Cada día tiene su bondad
Hna. Carmelita Mary Jo Loebig
Eldrige Yowa
e-mail: solitude@ netins.net
En aquel largo viaje,
medité sobre lo que sería vivir en plenitud durante seis semanas. Hace poco,
tres de nosotras hicimos un viaje en automóvil. Para hacer que el tiempo pasara
más rápidamente, organizamos nuestro propio cuestionario teológico de viaje,
comenzando con nuestra común comprensión de Dios y cómo se comparaba esto con
las creencias corrientes de otra gente. Fue una especie de manifestación del catecismo
del corazón.
En atención a la próxima
Cuaresma, gradualmente nos arriesgamos sobre el tema de la penitencia, junto
con toda su oscuridad y sombríos matices. Una de las pasajeras dijo que, para
ella, la mejor definición de pecado era el fracaso de vivir la vida en
plenitud. Todo esto me llevó a meditar acerca de cómo sería aceptar realmente
mi propia humanidad. Hacer esto durante seis semanas me pareció un buen lugar
para comenzar.
El Padre Rahner señala
que la aceptación de nuestra humanidad conlleva nuestra existencia y la
existencia de Dios. Paradójicamente, todo nuestro ser, con toda su pobreza e
indigencia está orientado hacia la plenitud de Dios. Si fuéramos honestos,
muchos de nosotros admitiríamos que quisiéramos ser "curados" de
nuestra humanidad. Anhelamos poder elegir las partes buenas y, de alguna
manera, liberarnos del resto.
¿Qué significa ser
humano? Significa que en algunos días nos despertamos felices de ver un nuevo
día. Otros días, de mala gana levantamos nuestras persianas. Unos días,
caminamos con paso elástico. Otras veces, nuestros cuerpos nos pesan. A veces,
rezamos bien. Otras veces, somos incapaces de hilvanar el más pequeño
pensamiento piadoso. Sta. Teresa de Ávila confesó haber vivido esta
experiencia.
Sabemos lo que significa
estar alegre y lo que significa estar triste. Tenemos la experiencia de saber
qué sentido tiene la vida y tenemos momentos en que nos sentimos completamente
perdidos y abandonados. A veces, pensamos que sabemos quién es Dios y quiénes
somos nosotros. Otras veces, todo esto nos parece absurdo e irreal.
¿Hay algo especial por
debajo de estos cambios que mantiene unidas nuestras vidas, algo que es
constante? ¿Hay un tesoro escondido en la lucha? Los autores espirituales nos
dicen que todos los hechos de la vida que nos suceden nos revelan y hacen
aflorar a la vida real nuestra identidad escondida. En estos hechos, llegamos a
tomar conciencia de nuestra propia bondad, belleza y fuerza, tesoros escondidos
en las profundidades que no habríamos conocido de otra manera. Estos hechos
hacen de nosotros, místicos. Llegamos a conocer las otras caras de Dios y de
nosotros mismos. Todo lo que nos pasa ensancha el corazón y agranda nuestro
mundo.
Decir que haremos un
esfuerzo consciente para aceptar nuestra humanidad parece ser un buen proyecto
para la Cuaresma. Cuando recibimos la ceniza sobre la frente, la mayoría de la
gente comienza deseosa este tiempo. (Se me ocurre que tal vez deberíamos pensar
en la ceniza como símbolo de la bondad de nuestra humanidad, humanidad que Dios
asumió y amó.) De todos modos a menudo nuestras firmes resoluciones palidecen a
medida que las semanas transcurren y las actividades del tiempo comienzan. Me
gusta personalmente elegir algo concreto que mantiene presentes los buenos
propósitos. Hace algunos años, el tema de ser totalmente humanos surgió durante
un retiro. Al acabar el retiro, encontré un muñeco y lo bauticé
"Plenitud". Lo puse donde podía verlo. "Plenitud" me
mantuvo en contacto con mis propias buenas intenciones.
El objetivo de la vida
es no solo aceptar nuestra humanidad, sino amarla y considerarla buena. Éste es
el único lugar donde Dios elige siempre encontrarnos. Cada mañana, Dios allí
nos saluda cuando nos despertamos.
(Título original: Every day is a good one)
Tradujo: Grupo lingüístico